Por: Desarrollo Docente UPC
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La inclusión sin duda es algo a lo que debemos aspirar tanto como sociedad como institución educativa. Cada día, como docentes o parte de la comunidad educativa, nos encontramos más dispuestos a atender a las necesidades específicas de aprendizaje de cada estudiante. Teóricamente sabemos que podemos encontrar diversas necesidades en el aula y debemos estar preparados para cubrirlas, sin embargo, la mayoría de veces no hablamos del cómo o qué acciones concretas podemos realizar para llegar a todos nuestros estudiantes.
Ser inclusivo en la docencia es adaptar mi sesión de aprendizaje a los usuarios que encuentro en el aula. Pero, ¿cómo puedo ser inclusivo si no me expongo a diferentes necesidades?
Jenniffer Lopera y Germán Roa, docentes de la Universidad del Rosario y especialistas en educación inclusiva, señalan que la sociedad y las instituciones educativas tienden a buscar lo igual. Existe temor a trabajar lo “diferente” porque nos resulta extraño y por ende, difícil. Culturalmente tenemos el reto de buscar lo diferente, perder miedo, que nuestra primera opción sea acoger y no excluir.
A veces pensamos que para ser docentes inclusivos requerimos de una preparación exhaustiva, que uno debe conocer lenguaje de señas, braille, manejar conceptos teóricos avanzados y la realidad no es así. Un docente inclusivo es aquel que parte por querer ser empático con el otro. Necesitamos conocer lo que necesita la otra persona y no hay mejor fuente de información que la misma persona. Nadie conoce mejor sus necesidades y limitaciones que uno mismo. En ese sentido, uno puede comenzar a ser inclusivo a través de la escucha y el vínculo con los alumnos.
Por otro lado, será importante distinguir las palabras “diferencias” de “discapacidades”. Es común que cuando escuchamos la palabra “inclusión” lo primero en lo que pensemos sea en las necesidades específicas que pueden tener las personas con discapacidades físicas. No obstante, cuando hablamos de “diferencias” podemos referirnos a diferentes etnias, lenguas maternas, orientaciones sexuales, religiones, entre otras. Algunas diferencias nos exigen más modificaciones en la planificación de nuestra sesión de aprendizaje que otras, sin embargo, todas requieren igual atención.
Definitivamente, aquellos que necesitan mayor instrucción en la inclusión son los docentes debido a que son los que tienen el contacto directo con los estudiantes en el aula. Sin embargo, su capacitación no es responsabilidad única de ellos mismos. Los docentes requieren de un soporte, un marco bajo el cual trabajar y esa responsabilidad recae en las instituciones educativas. Debe ser política de la institución promover un clima inclusivo donde los servicios educativos sean accesibles para todos los estudiantes. No es posible o viable esperar que el docente se enfrente a un aula tan diversa sin soporte institucional.
Por ello, podemos concluir que la inclusión es tarea de todos como parte del entorno educativo. Debemos exponernos, escuchar y atender a las necesidades en el aula sin temor a lo “diferente” y con la confianza que lo más importante y lo único verdaderamente necesario e indispensable es la real preocupación por el alumno, el interés genuino de que la propuesta educativa llegue a todos los estudiantes y genere un impacto real.