Por: Desarrollo Docente UPC
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La transición de la presencialidad a la virtualidad o modalidad híbrida ha traído muchos desafíos y definitivamente, muchos aprendizajes. En un inicio se pensó equivocadamente que pasar a la educación a distancia era tan solo cambiar el lugar donde se dictaba la clase, ya no iríamos a la universidad, tendríamos que conectarnos desde nuestras computadoras o laptops para dictar la clase. Sin embargo, a medida que el tiempo fue avanzando nos fue enseñando distintas lecciones, la principal fue que el cambio de modalidad y la transición a la virtualidad requiere de un cambio sustancial en la metodología sobre la cual uno diseña e implementa una clase.
En las modalidades a distancia el uso de las tecnologías para la información y comunicación (TIC) se vuelven una necesidad para generar espacios donde los alumnos puedan participar activamente de la sesión. Por ello, los docentes se tuvieron que capacitar en todo lo referente a la tecnología para proponer sesiones de aprendizaje novedosas, que contengan diferentes tipos de actividades que les permita a los estudiantes demostrar sus conocimientos.
No obstante, a pesar de las ganancias y avances en todo lo referente al uso de las TIC y metodologías para el diseño de cursos aún surge una duda común de los docentes, directivos y en general, cuerpo académico con respecto a los resultados y evidencias de aprendizaje de los estudiantes. Se percibe que los promedios en la virtualidad son considerablemente más altos que en la presencialidad. Ante ello, nace la pregunta:
¿Mejores calificaciones implican más y mejores aprendizajes?
Camilo Bonilla, director de la carrera de Ciencias Humanas en la Universidad del Rosario, abrió el debate el pasado 26 de abril y comentó que no. Es necesario repensar si las evaluaciones utilizadas para las sesiones están siendo las más apropiadas para nuestra nueva propuesta de clase. En muchas ocasiones se hace uso de nuevas metodologías para la implementación o desarrollo de las sesiones, pero las evaluaciones mantienen el mismo formato que en la presencialidad, lo cual no debería suceder. El método de evaluación, en la distancia, debe procurar orientarse más a un enfoque integrador, a la aplicación de aprendizajes a una situación de la vida real y tratar de alejarse lo más posible de los exámenes memorísticos que se ven con frecuencia en clases tradicionales.
Debido al poco control o supervisión que tienen los docentes durante la ejecución de evaluaciones se desarrollaron distintos softwares para alertar cuando los estudiantes abren otras páginas web en sus dispositivos o cuando miran a otro lado que no sea la pantalla. Sin embargo, convierte la evaluación en una situación incómoda y de tensión innecesaria para el alumno.
Es importante cambiar la manera en la que vemos la evaluación y quitarle peso a las calificaciones como las conocemos. Las notas nos pueden servir de referencia para ver el progreso de nuestros estudiantes, pero son definitorias especialmente si el método de evaluación no es el apropiado.
En síntesis, como docentes debemos proponer evaluaciones que nos permitan evidenciar si el alumno ha aprendido lo que nos habíamos propuesto en un inicio. Las evaluaciones en la virtualidad deben orientarse a la aplicación más a la práctica que a la teoría y para ello es necesario conocer acerca de los diferentes métodos de evaluación y animarse a probarlos en el aula.