El silencio se ha normalizado en un aula de clases y en especial, cuando se trata de responder preguntas del profesor. Los estudiantes se han acostumbrado a callar antes que dar una opiniòn, probablemente, debido a un estigma cruel, como el miedo a equivocarse o la frustración que podrìa genera el desacuerdo ante nuestras propias ideas.La universidad, se convierte en un espacio educativo donde estos miedos o sensaciones inútiles deberían desaparecer y en donde el estudiante pueda sentirse seguro de decir lo que piensa y aceptar que un error, es también una oportunidad dentro de cualquier proceso real y genuino de aprendizaje. Como parte de esta intenciòn, las preguntas son un elemento indispensable para fortalecer una dinámica de enseñanza potente que permita al docente y estudiante, como agentes claves en la educaciòn, cuestionar, criticar o replantearse diferentes ideas y a partir de ese proceso, tener la oportunidad de construir otras. ¿Còmo educar sin preguntas? Pero para que esto suceda, tambièn debemos fomentar un clima en el aula donde la curiosidad y la actitud exploradora, sean fundamentales en todo estudiante.Reconocer que, a partir de la curiosidad, se pueden descubrir grandes ideas que finalmente permitirán que el estudiante se convierta en un actor crítico y reflexivo de su propio entorno, comprometido realmente con el impacto que sus ideas generen en cada decisiòn que tome. Es una oportunidad clave también, mirar a nuestrosestudiantes con la capacidad de transformar su entorno a partir de las ideas que propongan, manteniendo en todo momento una actitud activa y dispuesta para cuestionar y plantear nuevas alternativas de acciòn. Nuestro principal rol es derribar la figura tradicional de aprendizaje acompañada de la memoria, sino de construir una nueva realidad donde el estudiante pueda construir sus propios aprendizajes a partir de las preguntas que se hizo.