Por: Desarrollo Docente UPC
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En los últimos años se han producido grandes avances científicos y tecnológicos, los cuales han impactado en todas las áreas de desarrollo, una es la transformación del contexto del proceso educativo. Esto ha supuesto que las organizaciones y líderes educativos alrededor del mundo se muestren interesados en hallarse en sintonía con los cambios suscitados, pero también han evidenciado preocupación debido a la inmediatez que supone integrarse a tal ritmo de desarrollo.
En ese contexto, la inmersión de la educación en la llamada “Era digital” ha supuesto el alto costo de minimizar los diferentes procesos humanizadores de los actores que forman parte de la comunidad educativa, de forma particular, los docentes. Esto, en razón de que aquellos agentes claves del proceso de enseñanza – aprendizaje, además de encontrarse frente a una serie de desafíos profesionales transformadores que demandan su ágil adaptación y adopción de competencias, se hallan en riesgo de ver vulnerado su bienestar psicológico, debido a la multiplicidad de tareas, este panorama conlleva a la instauración de la experiencia insana del estrés en sus vidas.
El estrés docente, para Cortés (2021), es la excesiva activación psicológica y física (problemas de salud; a nivel comportamental, actitudinal, psicológico y fisiológico) que padece el profesional como consecuencia de la interacción de los elementos estresores ambientales (clima institucional y/o del aula, relación con los colegas, entre otros) y la respuesta insatisfactoria del individuo (a partir de sus recursos personales, expectativas, locus de control, etc.).
Al respecto, diferentes organismos educativos se han pronunciado señalando la necesidad de incorporar programas de intervención, los cuales promuevan la preparación y el manejo del estrés docente. En tal sentido, la gestión del estrés docente se viene configurando como una herramienta clave en el sistema educativo para mitigar los altos niveles de estrés a los que la comunidad docente se halla expuesta.
Y es probable que, como docentes, no conozcamos a ciencia cierta por dónde empezar para aminorar el estrés y sus efectos, o acaso ¿sí? Entonces, es importante reconocer que lo trascendental radica en la pedagogía práctica de la gestión del estrés; desde nuestros espacios de trabajo y con nuestros recursos personales.
Por ello, conoceremos un poco acerca del modelo práctico para el manejo del estrés con mayor efectividad en el contexto educativo. García-Mendoza y Vera-García (2020) lo organizan a partir de cuatros pasos los cuales deberán seguir los docentes:
- Comprender qué es el estrés desde sus propias palabras.
- Identificar cuáles son los elementos estresores ambientales.
- Reevaluar las afectaciones de los elementos estresores ambientales sobre mi desempeño profesional y personal.
- Establecer objetivos personalizados (límites cercanos) para que de forma gradual pueda afrontarse cada elemento estresor ambiental.
Finalmente, como profesionales interesados en tener un desempeño efectivo en nuestros espacios laborales, involucra también, que seamos capaces de asumir responsabilidad sobre nosotros mismos al aplicar herramientas como las compartidas, y que, cultivemos la compasión desde el autocuidado. La gestión del estrés docente es una habilidad que necesita de constante práctica, entonces, aplica este modelo que ayudará a aminorar tu estrés.