Antes de iniciar una clase tengo expectativas, me gusta imaginar como se desarrollará y me pregunto si todo resultará como lo planeé. Luego de terminar la sesión, me doy cuenta que muchas cosas ocurrieron según lo previsto, pero otras no. Lo interesante es que eso también lo vi venir cuando diseñaba el curso. Es decir, salirse del diseño es necesario, pues resulta ser el momento en el que estamos más conectados con la materia y específicamente con el estudiante.
Imagina una clase, donde el profesor implemente su plan perfectamente, tal cual lo pensó mientras lo diseñaba… ¿Sería posible, podría alguien anticipar todo lo que puede suceder durante una sesión? Anticipar cuándo alguien tendrá una duda, cuando una opinión contraria surja y se vislumbre un debate, que nadie entienda esa explicación que te tomó horas de preparación, ¿es real anticipar todo eso?
Pienso que no solo no es real, además esta mal. Es común enfocarse en lo que vamos a enseñar, en los conceptos que deben aprender los estudiantes, las técnicas que deben dominar, incluso la perspectiva que deben adoptar. Sin embargo, todo ello, aunque se ofrezca con la mejor intención, solo nos aleja de ellos, de lo que quieren, lo que buscan, por lo que están sentados frente a nosotros cada día.
En ese sentido, romper con el diseño de la clase, implica renunciar a nuestros intereses, para dar lugar a los de nuestros estudiantes. En otras palabras, conectar con ellos y así, dejar que ellos conecten con nosotros. Logrado esto, el aprendizaje resulta automático, se vuelve parte de la inercia de la sesión y tanto estudiantes como profesores, viven la experiencia de aprender y enseñar, sin darse cuenta…
Quisiera terminar esta entrada, celebrando todos aquellos momentos en los que dejamos que alteren nuestro plan, convirtiendo una buena sesión de clase, en una mucho mejor. Suena idealista, hasta romántico quizás, no obstante, sin ello, sin esa conexión, todo el esfuerzo previo, no solo es idealista, sino inútil.
Atrévanse a conectar!
Manuel Beltroy Arias